Ella era tan ingenua, que nunca percibía ni sospechaba que los demás podían usar algo de lo suyo para tener algo propio. Ella era tan inocente, mi cielo, que nunca se daba cuenta de que podía usar algo de lo que tenía en contra a su favor.
Ella no pretendía ninguna grandilocuencia.
Ella apretaba sus manos contra su pecho,
follaje contra follaje, y así respiraba su vida, así destilaba cordura, así se explayaba en el aire.
Ella era tan preciosa que, por momentos, ni siquiera era capaz de no mirarse. Le era imposible salir de su propio rostro y de sus propias manos.
Y aunque la panza sonara. Como si fuese una melodía y no como si fuese un león pidiendo algo de carne.
Aunque la panza sonara.
Ella prefería la paz de un perfume.
Te juro que la ví observarse.
No sabía qué hacer con tanto Dios en cada fibra.
🖊️ Agustina Ferrand
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