Vengo del pasado. Allá hay una mujer que, aunque no se lo permitan, proclama religiosamente que te ama y religiosamente también te lo hace saber. Nunca se confesó con ningún cura. Pero a vos te dió todas las moneditas de la fuente. Y eran fraternas y saladas las horas en las que, apasionadamente, de dos hacían una. Pasearon por todos los parques que pudieron conocer y en todas las esculturas -de mujeres semidesnudas, claro está- posaron y se fotografiaron sonriendo; cómplices, descaradas. De común acuerdo: primero ella y después vos. Vengo del pasado. Allá están ella y vos siendo contemporáneas del futuro. Que, por cierto, se modernizó nomás para envejecer. Como todos los futuros. Y si le decías “pajarito” ella sabía perfectamente que tenía que acercar su cabeza a la tuya. Y reposar dulcemente, después de haber sido precisamente saladas. Lloraban poco. Reían mucho. Danzaban, en un loop infinito. Eran amantes de todas las palomas. Y las palomas en ronda las celebraban y asistían, cada noche, cada día. Hasta que hastiadas de tanto amarse… comían, bebían, se rasuraban y caían rendidas en un mismo abrazo que las embelesaba y elevaba, cual si fuesen ángeles paganos de otro siglo. Uno mucho más antiguo. De cuando al sol, todavía, no lo habíamos herido.
🖊️ Agustina Ferrand
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