Laura tenía todo lo que aparentemente hacía feliz a una mujer: profesión, estatus e independencia. Hacía lo que quería. Y para colmo de bienes: era férreamente sostenida. Su red de apoyo claro que lo hacía.
Sin embargo había algo que no había podido conseguir: un amor recíproco que le iluminara los días. Pensó encontrarlo una vez en Juan y otra vez en Matías. Pero donde finalmente pudo dejar sus valijas fue en el corazón de Martina.
Martina tenía poco y casi nada, pero era dueña del más amplio palacio de palabras y fantasías. Y eso a Laura la deslumbraba tanto como le daba miedo entregarle su vida. Los años pasaban y las arrugas venían.
Laura soñaba con que, en algún vuelco del destino, Martina le diera las tablas para abrir su océano en dos. Pero eso a Martina no le correspondía. Además de que su cabeza estaba todo el día más que “en la sobra” siempre “en la falta”.
Martina era una chica de barrio que bien podría confundirse con una estrella de Hollywood, por el talento y el brillo que tenía. Pero no había red alguna a su paso. Y además los pesos escaseaban. Y eso al vínculo le complicaba la vida.
Hasta que un día Laura se armó de coraje y le dijo a Martina lo que sentía. Era como ver a un durazno desarmarse por la mordida de una mujer que ya había probado todo pero, aún así, no sabía qué hacer con su vida.
Se desangró en palabras y melodías. Fue clara y letal. Y eso a Martina le pareció un regalo de la vida. Laura estalló de revelaciones y fue el movimiento justo que permitió, ahora sí, darle paso a la aventura.
Se escandalizaron las aguas y el mar embravecía. La distancia no podía ser de ninguna manera una excusa.
Así fue como Laura surfeando entre su tormento y su alegría consiguió que a Martina le invadiera una compasión infinita. Y en consecuencia fuese ella quien emprenda el viaje hacia Laura.
Todo lo demás empezó a ser un boleto seguido de otro boleto, una mirada seguida de otra mirada, una melodía seguida de otra melodía. Laura y Martina, juntas, empezaron a ser una de las mejores canciones de Sabina.
🖊️ Agustina Ferrand
No hay comentarios.:
Publicar un comentario