Si la melancolía es prima de la nostalgia, por ende prima hermana de la depresión, la mejor manera de combatirla es: nada más y nada menos que con la imaginación.
Si la nostalgia es “todo tiempo pasado fue mejor” la imaginación es puro futuro y “todo tiempo venidero es promesa”. Podemos crear los escenarios más soñados, sin desconsuelo y sin arrepentirnos.
Porque confiamos, con fervor, en la fuerza de los sueños y las ilusiones. Imaginemos entonces, compañera, que del otro lado nos espera lo desconocido, lo nuevo y lo hermoso.
Orbitado y asistido, sin ir más lejos, por la brújula de nuestro cuerpo. Que siempre sabe. O al menos, es el primero en enterarse. Subiendo luego a la mente para jugar y ordenarlo con palabras. Pasando de antemano -cómo olvidarlo- por el consultorio del alma. Que es, en definitiva, la que "termina de" y de hecho "empieza a" ponerle espíritu, esencia, emoción y garra.
De ahí la realidad de que la imaginación sea lo que más nos aleja de ser o sentirnos depresivos y el más poderoso poder de nosotros los humanos. ¿¡Para qué imaginadores en tiempos de penuria!?
¿No será para re-inventarnos? ¿Para idear alternativas? ¿Para ser maleza que sabe del campo? ¿Para incomodar nomás a los cómodos y acomodar, de un solo verso, a los incomodados? Prendé las luces del sueño, velero loco, vamos a navegar por las aguas del "todavía no caigo".
🖊️ Agustina Ferrand
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