Si toco una piedra probablemente también toque la dureza con la que fui tratada, justo cuando más suavidad necesitaba. Pero si levanto una hoja puede que me refugie en el mejor pulóver en pleno otoño, o se muestren ante mí los renglones, que me permitirán -por qué no- escribir al menos mi vida de una manera distinta. Nadie nunca pudo sin su tribu. Y quizá sea cierto que, en definitiva, una familia sea un lugar del que nadie te expulsa. Esos suelos que pisás con la certeza de que los seguirás pisando. O bien esas tierras a las que tendrás que volver con nuevos ojos y un corazón confiado, resultado de una paciencia o conversación infinita. Es que cuando hay familia no hay nada que no sea circular. Lo mío es tuyo y viceversa. Y todas las presencias son igual de importantes. Una familia soy yo con mi perro, yo con el mate, yo con vos, yo con ustedes o yo con el aire. Ahí donde dos ojos - o dos paisajes - se miran nace una planta. Y claro está que como toda planta hay que regarla, pero no ahogarla. Sencillamente depositar en sus pétalos una, dos o mil palabras. Para que crezca fuerte y sana. Para que cuando llegue la primavera sea un trinar de flores, una fiesta de colores, un orgullo de Septiembre. Te invito amorosamente a que prestes mucha atención a las señales de tu cuerpo. Y te quedes ahí - resguardada, levitando, o bien arraigada - en el lugar al que tus manos llegan. Por el lugar donde tus manos tocan y hacia el lugar donde tus manos huyen. ¿Y de qué huyen? Probablemente de la miseria, del hastío o del planeta. Siempre que puedas... huí hacia un refugio. Eso también es osadía viajera. Vas a ver lo lindo que se pone. Será tu figurita predilecta. El hoyo que cavaste para esconder 7 tesoros. Las 7 maravillas de quien tiene un mundo adentro.
🖊️ Agustina Ferrand
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