A nadie le importa, en realidad, tu vida. Y no te lo digo en tono catastrófico. Todo lo contrario. Es para que visualices lo mucho que tu vida está en tus manos. Y no en la de los demás. Ni siquiera tus mejores amigos saben lo que hay dentro tuyo cuando apoyás la cabeza en la almohada y tenés un solo sueño. El más propio que jamás hayas concebido.
No por nada algunos sostienen que en las grandes y más inevitables decisiones, en realidad, estamos más solos que nunca. Sin mapas de otros eligiendo por nosotros. Es por eso que "conocerse" termina siendo "regla fundamental" para que en el partido no haya injusticias, ni mucho menos arrepentimientos. A veces me sorprendo contando cosas a los demás y recibiendo respuestas desquiciadas y cambiantes. Y digo... "¿Para qué?" "¿Por qué lo hago?" Sí, bueno, para charlar un rato. Pero nada de eso me llena cuando voy a lo íntimo de lo íntimo. Al hueso del hueso. Al carozo del durazno Spinetteano. Ese espacio al que, en todo caso, sólo se llega con un buen poema o una dichosa prosa. Es que tengo una mujer anclada en el remate. Y no hay mujer alguna que venga y la retire. Y cuando digo lo que digo estoy segura de que ella no es consciente de que su esencia me corre por las venas. Y si tan sólo pudiese contarle las locuras que hice, desde que mi vida es mi vida, quizá de esa manera entendiese que no hay nada de exótico en la sangre, la silla y la mesa. No porque yo quiera sufrir. Sino porque se sufre y listo. Sin discusiones ni alegatos. Como si fuese parte del combo y se acabó el asunto. A nadie le importa y no es por malditos. Sino porque nadie puede entrar en tu sexo, tu mente y tu alma. O como ya lo dijo Mary Oliver, de manera más precisa: "¿Qué pensás hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?" La respuesta te dejará soñándolo todo.
🖊️ Agustina Ferrand
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