Hay amuletos, o miradas sobre los objetos y la vida, que desbordan de sentidos y al usarlos o poner esas miradas en práctica parece que Dios se pone de nuestro lado.
Como cuando me toco en el pecho "el ala significativa" y sé que nos estamos dando algo tan valioso como nuestro tiempo de calidad, nuestros lugares familiares y cotidianos y nuestro sexo más divino o alado. O más profundo aún: Como ese “temblor de tierra”, tal cual sentía el amor Gabriel García Márquez. Entonces me siento protegida. Desafiada pero a salvo. Menos sola en éste mundo. Enganchada al 100% del amor que nos damos.
Como cuando Priscila a sus 7 años recibió “un collar con un corazón” de parte de su prima, la que más admira, por ser una de las primeras en la familia en tener un título, con todo lo que eso implica para alguien que sueña, de manera constante, con un gran presente y sobre todo un gran futuro.
Como Gianella quien no tiene un amuleto como tal (de esos que se llevan con uno mismo) pero sí tiene pegatinas que brillan en la oscuridad, las mismas que le sirven para cuando se siente perdida, cuando se despierta perdida. Sabe muy bien que están arriba de su cabeza cuando se despierta por la madrugada y le hacen recordar que, en definitiva, está segura porque está en casa. ¿Hay algo más hermoso que una galaxia en la cabeza?
¿Y tener algo etéreo como Eva? ¿Algo tan sutil como una canción? ¿Algo que ella considera amuleto existencial y la ayuda, precisamente, para la tranquilidad y la voluntad de seguir pese a todo lo malo? “Cámara de reflexión" de Mac Demarcó, así se traduce su canción, del inglés al español. Invita a todos a una introspección profunda, abordando el tema de la soledad y el crecimiento personal. O como dice mejor Eva: “Sentarnos a reflexionar solos por un periodo de tiempo, como un retiro espiritual, donde uno se prepara para renacer o transformarse". ¡Y qué necesario!
O como Ruth quien dice, al igual que Gianella y Eva, no tener amuletos de manera concreta, porque no hay "algo" a lo que se aferre más que a la propia memoria, al recuerdo, a la vida, al andar. Cambia, explora, transforma, transmuta y reposa. La vida misma para ella es el amuleto. La amistad, las relaciones, su familia. “Puedo no tener nada, pero lo tengo todo” nos dice Ruth y entonces se abren infinitas puertas en la tierra y en el cielo.
Porque… en definitiva: ¿Qué es un amuleto? ¿Qué sentís que es para vos un amuleto? O más bien, sintonizando con lo que hoy nos trae y nos lleva… ¿Qué intención sembrarías en la experiencia de hacer en clase la pulserita roja?
Si son 7 los nudos, con sus correspondientes 7 necesidades o sentidos… ¡y también son 7 los días de la semana! ¡7 los colores del Arcoíris! ¡Y 7 las Maravillas del mundo! ¿Cuáles son mis 7 palabras que hoy, más que nunca, intuyo para mí o necesito?
Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Sabemos muy bien dónde aprieta, o se relaja, el zapato. Es por eso que los invitamos a la introspección de pensar en esto.
Y que jamás sea un peso, sino más bien una experiencia que nos una, como compañeros que estamos acá por lo mismo. Y además, por favor, nos reconforte como seres que estamos en constante proceso de crecimiento y cambio.
Puede que una pulsera, al fin y al cabo, no sea más que un recordatorio de que estamos dando lo mejor que tenemos, con las herramientas que nos han dado. Y que nada malo puede pasarnos. O al menos, como bien lo dijo Ruth, podemos transmutarlo.
Y quizá eso sea motivo válido para sentir el aroma a lavanda llenando el aula. O la música inspirando nuestras manos.
Ésta es la invitación: Somos libres y repletos de mundos, ideas, sueños, o amuletos internos. La idea es comprometernos con el significado que le damos.
Materia: Práctica docente I
Objetivo: Preparar el aula
Curso: 1er año “B” Turno Noche
Estudiantes:
Avendaño, Gianella
Casas Almirón, Ruth
Gómez, Priscila
Legaspi, Aarón
Márquez, Fabiana
Ferrand, Agustina
Suárez, Nair